Rochu Chiu

Rochu Chiu

Residency Program : September – October 2021

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Septiembre 2021
Este es el primer viaje al extranjero que Rochu emprende desde que la crisis sanitaria global ha golpeado. Para esta artista, viajar ha sido siempre un factor fundamental en su proceso creativo. Con una mirada delicada y cargada de humor, Rochu recorre los territorios y reflexiona sobre las relaciones humanas y los vínculos afectivos en esta era, atravesada diametralmente por la tecnología y los movimientos internacionales.
Su primer mes de residencia en Centro Negra ha sido, en cierto modo, una continuación —o quizás un cierre— para un proceso que comenzó durante el período de confinamiento que vivió en Taipei, Taiwán. Movilizada por las limitaciones impuestas al contacto físico y a las expresiones de cariño tan simples como los abrazos, Rochu ha comenzado a reflexionar sobre la distancia (geográfica pero también entre nuestros cuerpos), preguntándose por aquellos gestos que hemos perdido a lo largo del proceso detonado por el Covid-19. ¿Qué es lo que ha cambiado en nosotros? ¿Cómo podemos recuperar la cercanía, el sentido de pertenencia y la sensación de refugio? Para Rochu, la distancia no sólo es un espacio susceptible de ser medido, sino también una falta de un sentido de pertenencia.

En esta oportunidad, presenta un video que compila una serie de acciones en donde su cuerpo se imprime, se funde y se refugia en el contexto.

Octubre 2021
En su segundo mes de residencia, Rochu presenta una instalación que nos habla de lo táctil y de lo efímero.
Inspirada en las pinturas de las Cuevas de la Serreta, en Cieza, y en uno de los primeros talleres que los jóvenes de Blanca realizaron en Centro Negra, ha comenzado a interpretar la siluetas de manos que se encuentra no como una imagen o una forma, sino como huella que hace presente el cuerpo ausente que tocó esa superficie.
Su mirada está afectada, inevitablemente, por la pandemia. Conmovida por las restricciones impuestas al contacto físico y a las expresiones de cariño tan simples como los abrazos, Rochu comenzó a reflexionar sobre la noción de distancia (geográfica pero también entre nuestros cuerpos), preguntándose por los gestos que hemos perdido a lo largo del proceso de reacción ante COVID-19.
Durante los períodos de confinamiento, hemos tenido que conformarnos con vivir toda nuestra experiencia principalmente a través del oído y de la vista. Tocar se convirtió en una amenaza, de la que poco a poco nos recuperamos y de la que volvemos comprendiendo el valor que el tacto nunca antes había tenido.
Rochu pinta principalmente con tinta y en un contexto urbano. Pero al observar la naturaleza que nos rodea, la tierra que al craquelar evidencia el paso del tiempo, reflexiona sobre la contínua transformación de todo y lo efímero de nuestra existencia. Es por ello que ha elegido crear con barro, para que la única huella que deje al marcharse sean sus reflexiones, impresas en nuestra consciencia.